sábado, abril 23, 2005

Destiempo

Al límite de la vida, al límite del no poder más, al límite de la fecha, la hora. Llego tarde, me veo distraído y alejado, no alcanzo triunfo y sin embargo avanzo a ningún lado. Ser impuntual es un donaire a la exactitud, al encuentro, a ser previsible y educado. Pero me pasa que me cansan esas expectativas ajenas, y voy de nuevo cuando no llego muy temprano llego muy tarde, otras si considero un plan estratégico, cumplo la emoción de ser puntual, y me alegra acertar cita con la realidad. Hablo de mí deseo, de mí pasión, de mí cariño, de mí calma, de mí ojos, de lo que siento y hacía donde me llevan, hablo de cómo se filtra la vida de uno a ella de ella a uno, de cómo abandono y me abandona, y de cómo sigue todo a veces o casi siempre como si no hubiera pasado nada, solo suelen quedar marcas, huellas y cicatrices pero la mayoría invisibles. Ya no sé de nadie, cuando se me acerca alguien me siento un barco alejándose del puerto, a veces es lindo coincidir en alta mar, pero se va las cosas continúan y las presencias de alejan. Existencia de canto de opera, sólo mi espíritu se estremece, se convulsiona con el valor de seguir, se agita emocionado con la idea de construirse airado, al fin ser guerrero de si mismo. Lo que nos parece la confusión del tiempo bien pudiera ser el orden llamado caos. La metáfora de hablar indirectamente, de enunciar las cosas sin la intención directa y clara para decirte quien soy. Así me pregunto que sobrevivirá a mi olvido cotidiano, solo esos alardes de lo efímero, esa poesía preguntona, mordelona y cuestionadora como medio para ser libre, esa bella instancia trasgresora, subjetiva, fantasiosa, hermética a veces y comunicativa en otras, parece que uno al ser un poco de la hermosura de un poema uno cree y se hace creer que sabe algo, pero sucede que uno al ver loco al otro se olvida de su propia locura. Supongo que soy un destiempo, una desconfiguración, algo inocuo que poco a poco va conformándose con su inevitable muerte, me lleno de autosabotaje, para darme la oportunidad de no ser tan yo, tan malvado con la moléculas microscópicas de los sentimientos, para probarme en un extraño plan de entrenamiento que logre ser, si el riesgo vale, una sorpresa olvidada o morir en el intento. Me han dicho y he leido que el amor es el mejor de los engaños, entonces si es como dicen, me dejé engañar en los ojos ajenos, dejé que esa ajena se engañara con mi engaño, y aunque no es así, que importa si me engañe con su engaño con el que se engañó, cada quien es quien es, su fuerza y vulnerabilidad correlativas. Cuerpos naturales con sus naturalezas regidas por su historia. Pero abandono aquí en estas palabras inevitables toda fundamentación, y quizás no hay engaño para el otro, sino la cruda responsabilidad de nuestro desconocimiento a destiempo.

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